Qué suerte tenemos de vivir en el sur y qué poquito favorece eso a la hora de almorzar en verano... A mí con el calor de las 2 p.m se me quitan las ganas de vivir, cuanto si más las de comer.
Llegar a casa y encontrar un puchero a medio día un 19 de julio es lo más parecido a una puñalada en el estómago que muchos llegaremos a sentir en nuestras vidas. Eso sí, cuando lo que hay por delante es un plato hondo y sólo se ve rojo, a una se le quitan todas las penas.