Aprovechando que aún estamos en la cuenta
atrás y que muchos de los sevillanos estarán sacando partido al último día
homologado para coger color y lucir mejor los trajes en feria, he dejar
constancia en la Cazueli de mi total desaprobación al alimento que da nombre al
primer día de la Feria de Abril: "el pescaito".
A pesar de haber nacido en una ciudad
históricamente dedicada a la pesca (y digo históricamente porque hoy en Huelva no hay quien toque la ría), es de conocimiento público que,
personalmente, odio el pescado. Pensadlo bien... Si esos bichos están en el
agua es por algo, si se pudiese disfrutar de ellos comiendo estarían en la
tierra tal y como el resto de animales comestibles (véanse los caniches o los
orangutanes albinos).
No, en serio. El pescado es un ser
desagradable que no da ningún tipo de facilidad a la hora de engullir y que fue
diseñado para molestar gastronómicamente.
Empezando por el detalle de los 2 segundos de memoria (que a mi juicio creo que es concederles demasiada lucidez), el que los peces estén cubiertos de escamas ya es una pista de las trampas que en su evolución crearon para boicotear el paladar humano. Además, por si no fuera poco trabajo limpiar bien al animal por fuera, todavía hay que tener cuidado por dentro porque el bicho tuvo el fino gesto de desarrollar espinas.
Dejando a un lado el poco glamour que da
sacarse de la boca los cachitos incomestibles del pescado, el sabor y la
textura tampoco es que sean dignos de celebrar. ¡Échale mayonesa que sosería ya
lleva!
Y después de esta difamación que estoy
segura de que no compartirá conmigo ni el 15% de la población, solo me queda
desear a los sevillanos de nacimiento y de adopción una feliz feria y un feliz
rebujito. A los demás, solo espero que la suerte os acompañe el día que os pongan
pescado en una comida formal.
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